El arte no es una cuestión que deba tomarse a la ligera. Aunque la sociedad contemporánea se enfoque con gran énfasis en desarrollar tecnologías, ciencias e ingenierías, la relevancia del arte va más allá de un patrón estético.
Es cierto que las carreras humanistas, como es el caso del arte, no se vislumbran tan bien como las carreras técnicas o científicas, a la vez que no son bien remuneradas, pero estas son vitales para mantener el legado cultural de los pueblos, de las naciones, de las culturas.
En general, la práctica artística es fruto de los tiempos, a la vez que las ideas sobre estética y filosofía nacen de un patrón, del camino que traza el arte.
Fueron los artistas los que cuestionaron, en primer lugar, la modernidad y el desarrollo de la sociedad por la vía de la industrialización y la fabricación en serie. A la vez, criticaron los valores occidentales de principios de siglo y la vida de la burguesía.
Claro, estas ideas estaban vinculadas a un pensamiento político, pero fueron el estudio de la forma y la desintegración del cubismo de comienzos de siglo las vías de canalización de las ideas políticas.
La arquitectura, el diseño y la función se basan en las ideas filosóficas y estéticas. Estas, a su vez, definen el mundo circundante, cómo viven las personas, cómo se visten, cómo lucen, y cómo experimentan el mundo.
El arte es reflejo del mundo circundante, así como el mundo es reflejo del arte que en este se crea. Las personas definen sus valores respecto a la ética y estética que se proyecta en las formas del entorno. En este sentido, el arte acarrea simbolismos que definen el rumbo de los tiempos, aunque lo haga de forma inconsciente.
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