Para nadie es desconocido que los seres humanos son, en gran parte, seres visuales. Sensoriales en gran porcentaje, pero que centran su comprensión del entorno en lo que logran vislumbrar a través de sus ojos.
Las diferentes culturas alrededor del mundo han utilizado el lenguaje visual para registrar y comprender los fenómenos del entorno. Desde las punturas rupestres, hasta la pinturas como el Guernica de Pablo Picasso, las imágenes reflejan el contexto en que se desarrollan dichos trabajos. A la vez, muestran el espíritu humano y cómo se relaciona con las fuerzas de la naturaleza.
Desde siempre, los artistas han sido necesarios para eternizar un concepto, una idea, los valores o desastres de una civilización. Gracias a su obra, los puntos fuertes y débiles de una civilización se eternizan para un aprendizaje que no se detiene.
De alguna manera, los artistas son cronistas de las épocas, a la vez que cuestionan lo que hay delante de sus ojos y proponen una nueva manera de ver el mundo, ahora a través de un ojo diferente.
De los artistas beben los estéticos, los filósofos, los pensados y hasta los planificadores de la sociedad. Muchos cambios sociales y formas de comprender el mundo provienen de ideas e imágenes bidimensionales, filmes, esculturas o cambios en los paradigmas arquitectónicos.
En pocas palabras, los artistas definen el signo de los tiempos, a la vez que se sitúan fuera de la línea, observando con atención los síntomas de su civilización.
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